Entendemos que en la dinámica que el mundo funciona se salvan diferencias entre “honorables” ejecutivos de una empresa y humildes y simples trabajadores de campo, que lo único que hacen es generar la riqueza donde dichos ejecutivos llevan ostentosas vidas.
Aun en esta forma de salvar diferencias de razas, estatus económico e inclusive nacionalidades, hay derechos que se deben guardar, mas cuando se ha trabajado de una forma constante para una empresa que no tiene el más mínimo respeto por el engranaje mas importante de esa maquina de hacer dinero; el trabajador/a.

El pasado mes de julio se jubiló el CEO y presidente de Fyffes, el Sr. David McCann, recibiendo reconocimientos y una despedida con todos los honores de una institución que tiene más de 100 años de historia dentro de la comercialización mundial, forjando una posición importante, ubicándose dentro de las empresas lideres en la venta de fruta tropical.
Es importante reconocer las buenas trayectorias, pero estas deben ser en todos los niveles, para que el sr. McCann mantuviera un negocio productivo por mas de 30 años, debió contar con gente capaz de limpiar la tierra, sembrar y producir las frutas durante esos 30 o mas años, de lo contrario, su honorosa jubilación no fuera una realidad.

Aquí es donde nos preguntamos ¿Cuál es la razón para no dar jubilación a la gente de campo?; ¿serán esas diferencias que hemos hablado? es por una apreciación racial, son pobres económicamente, su país es de tercer mundo, o es que simple y sencillamente, la calidad de vida de los ejecutivos, no se podría sostener si respetaran todos los derechos de los trabajadores.

En las meloneras que Fyffes tiene en Honduras, nunca un trabajador o trabajadora de campo ha salido jubilado/a, la practica siempre ha sido dejar sin empleo a las personas de la tercera edad sin que se le reconozca algún tipo de derecho durante todos los años de laborar.
Muchas personas tienen los mismos años que el sr. McCann trabajando para Fyffes, claro, salvando las diferencias, estas lo hacen bajo condiciones extremas e inhumanas, resistiendo temperaturas muy altas, forzando a su cuerpo a ser sobrenatural, aguantando lo que una persona promedio no resistiría y solo por la necesidad de un empleo en una empresa que le dirá cuando su cuerpo este sobre explotado “ya no le necesitamos, vaya a descansar a su casa”.
Es lógico intentar proteger a las personas de la tercera edad, pero con sus derechos económicos y de salud asegurados, de lo contrario es mandar a morir una persona a su casa a razón de las diferentes enfermedades que adquirió trabajando.