Editorial: Día del Niño en Honduras: Entre Piñatas y Jornadas Laborales
Cada 10 de septiembre, Honduras celebra el Día del Niño con fiestas escolares, dulces y mensajes que proclaman que “la niñez es el futuro de la patria”. Pero mientras se reparten juguetes y se pintan sonrisas en los rostros de algunos, más de un millón de niñas y niños siguen trabajando en condiciones que vulneran sus derechos más básicos. ¿Qué celebramos realmente?
La Encuesta Nacional sobre Trabajo Infantil revela que más del 14% de la población infantil está involucrada en actividades laborales, muchas de ellas peligrosas. Desde la agroindustria hasta el comercio informal, estos menores no solo pierden su derecho a estudiar y jugar, sino que quedan atrapados en un ciclo de pobreza y exclusión que se hereda y se normaliza.
Las celebraciones del Día del Niño, aunque bien intencionadas, corren el riesgo de convertirse en actos simbólicos que maquillan una realidad estructural. Como señalan los distintos medios de comunicación del país, “es un día para disfrutar de la infancia, aunque el resto del año sea enfrentar situaciones muy difíciles”. La niñez no puede ser celebrada solo un día, mientras se ignora que el resto del año muchos niños limpian vidrios en las esquinas, cargan sacos en los mercados o trabajan en fincas sin protección ni descanso.
Organizaciones como FESTAGRO han denunciado esta contradicción y exigen políticas públicas que vayan más allá de este acontecimiento que se celebra cada 10 de septiembre: ingresos dignos para las familias, educación gratuita y accesible, y sistemas de protección efectivos. Porque erradicar el trabajo infantil no se logra con discursos, sino con voluntad política, inversión social y justicia laboral.
Este Día del Niño, más que celebrar, toca incomodar. Toca exigir que cada niño y niña tenga lo que merece todos los días del año: tiempo para aprender, jugar, crecer y soñar. Porque mientras haya trabajo infantil, no hay infancia que celebrar.